No tengo conocimiento sobre cómo fue que sucedió. Ni siquiera sé que rol cumplís en esta montaña rusa de ideas con carritos de dudas sin certezas. Revoloteando como una mariposa, que vuela según la orientación del viento. A veces, hacia el ocaso cálido de tus brazos. Otras, hacia el mar de inciertos de tus labios. Pero mis ruedas se aferran cada vez más a vos, para no dar el salto final. Sin embargo, el reloj me dijo en secreto que te mantenga cerca, pero creo que me aproveché de eso y me aproximé demasiado a esta manzana traicionera. No sólo pude conocer quién en verdad eras, sino que, además, me afirmo en las huellas de tu experiencia. Pero esto no me es extraño. Pues mi ingenuidad y mi inocencia me tendieron la misma trampa. Topé dos veces con la misma piedra. De todos modos, mentiría si te digo que no te necesito. Lo pronunciaste en algún momento, pero me reí de ello con aire de grandeza, creyendo que es sólo una más de tus elocuencias. Pero debo admitir que otra vez estás en lo cierto, aunque tú sabes que odio reconocerlo. Horas de charlas, de mensajes sin codificar y de una plegaria por entender, algo que ni yo misma sé lo que es. Nos enmarañamos como arañas en sus propias redes, para no aclarar la verdad que es la que uno no quiere comprender y que es la que duele. Y tú bien dices que te controlas como un programador a sus robots, que sabes cómo dejar que gane la razón. Pero las palabras recién horneadas se enfrían en nuestras bocas y al pronunciarlas nuestros labios se hielan y golpean como macizas rocas. Como si entre nosotros no hubiera confianza, aunque, en verdad, la hay demasiada. Aunque ya no te creo. Conozco esa mirada que refleja la claridad del mar verdecer, o el tono de tu voz delimitada que me dice lo contrario, todo para no sentirte menos. Por eso, estos tropiezos empedrados que como niños se levantan con disimulo porque no quieren sentirse humillados. Un tira y afloje que queda siempre en la mitad, empatando ambos o perdiendo esta oportunidad. Pero es el final. Nos vale más creernos esos controles embusteros. Es hora de admitir que es lo que inconcientes e involuntarios manifiestan nuestros sentimientos. Quizás sea tiempo de dejar a un lado este mangrullo y que fluya toda esta agua contaminada por nuestro orgullo. Todo sea por el temor a quedar expuestos a esto que nos pasa. Todo sea por querer controlar algo cuando, en realidad, es el corazón quien manda.
Crullams.
Crullams.