Ser como los demás quieren que seas, esa parece ser la clave al éxito, a la sociabilidad ideal y la felicidad eterna. Viviendo en una mentira que a los otros les agrada, escondiendo tus virtudes y defectos para que seas a imagen y semejanza. Porque nada vale en esa regla, ni siquiera tus opiniones ni diferencias. Sólo desean crear máquinas insensibles, irracionales y sumisas que reaccionan ante los estímulos de lo que anhelan de vos. No se deben pasar esos límites o quedarás fuera de la sociedad. Pero no me importa, no me importa en absoluto quedar fuera de ese mundo irreal. Por lo contrario, lo prefiero a ser uno más de ellos. Y si tengo que enfrentarlos para luchar por mis ideales y mis principios, lo haría, defendiéndome a capa y espada, y terminar esa mentira. Me refugio en mi llanto de impotencia que me causa todo esto. Y cada una de las lágrimas que corren mis mejillas, simbolizan a una persona más que me defrauda y se va de mi interior, de mi alma, de mi vida. Pero “soy lo que soy”, diría una famosa canción. Y en mi mundo quedan afuera los traidores. Sólo quedan aquellos pocos que entienden mis reacciones. Son mi fuerza para estar orgullosa de mi misma y levantar la cabeza. No, no soy esa que quieres que sea. Soy yo, quien ya no te recuerda.
Crullams.
Crullams.