Y nuestros cuerpos tienen memoria…
Quizás aún más que la de nuestra mente.
Recuerdan cada lunar de nuestra piel,
Y cada punto débil de este erotismo ferviente.
Un poco el destino juega a nuestro favor,
Y al vernos es inevitable evadir nuestro flirteo.
Rompemos el hielo con conversaciones elocuentes,
Hasta que nuestros cuerpos delatan nuestros deseos.
Nuestras miradas evitan entrecruzarse y ser descubiertas,
Es que ya conocemos su lenguaje y expresión,
Revelan mucho más de lo que intentamos ocultar,
Empero siempre se entrecruzan y quedamos expuestos a esta
pasión.
Así lo disimulamos como podemos y sin cuestionamientos.
Es entonces cuando nuestros brazos nos rodean.
Nos sentimos seguros en medio de ellos,
Y percibimos como los latidos poco a poco se aceleran.
Nos reencontramos con ese perfume que nos identifica,
Entonces ya es absurdo mantener la cordura,
Se hace irresistible sellarlo con nuestras bocas.
Los labios se buscan tímidamente,
Pero al encontrarse se tornan adictivos,
Incitan el verano en nuestra sangre,
Y nos trasladan a otro mundo, al paraíso.
Mientras tanto, las manos exploran nuestra silueta,
Ya reconocen ese recorrido que nos estremece,
Saben dónde comenzar y cuales curvas atravesar,
Y los movimientos que nos liberan y nos enloquecen.
Todo se torna salvaje y nuestros cuerpos inician su danza.
Dominamos nuestras mentes pensantes.
Quedamos fundidos uno en otro,
Y se desata ese frenesí incontrolable.
Finalizamos desconcertados por lo sucedido.
Es que todo parece un oasis en el desierto,
Una explosión generada por nuestros cuerpos,
Como cada vez, como cada encuentro.
Y así, seis estaciones parecen nunca haber existido,
Se sintetizan en escasos minutos de desenfreno.
Comprobamos que podemos acortar las distancias del tiempo,
Y que nada apagará las llamas de este fuego.
Crullams.